SABANETA, Venezuela (AP) — Las lágrimas ruedan por el rostro de Tanyia Colmenares cuando recuerda su sueño truncado de ser abogada, que terminó después de dos semestres en la escuela de derecho cuando tuvo que abandonar los estudios para sobrevivir a la compleja crisis de Venezuela.
Si bien nunca tuvo la oportunidad de defender a un cliente en la corte, aceptó intentar defender algo mucho más grande a finales de este mes: la democracia de Venezuela.
Colmenares se encuentra entre los miles de partidarios de la oposición típicamente fracturada de Venezuela que acordaron organizar, movilizar y apoyar a los votantes durante las muy esperadas elecciones presidenciales del 28 de julio.
La principal coalición de oposición confía en sus esfuerzos, algunos liderados por partidos y otros formados orgánicamente, para lograr que la gente acuda a las urnas a emitir su voto, así como para disuadir a los actores gubernamentales de intimidar o coaccionar a los votantes.
La falta de una autoridad electoral verdaderamente independiente hace que esa labor sea fundamental para que la alianza pueda verificar o impugnar los resultados. La coalición Plataforma Unitaria espera que la mera presencia de un gran número de votantes atentos fuera de los centros de votación neutralice algunas estrategias del partido gobernante que en el pasado los dejaron sin representantes dentro de los centros, los mantuvieron alejados del recuento de votos y los dejaron sin voz en caso de irregularidades.
La ciudad de Sabaneta, en el oeste de Venezuela, es la cuna del chavismo, el movimiento autodenominado socialista fundado por el fallecido presidente Hugo Chávez que ha dominado Venezuela desde principios de siglo. También es donde Colmenares se ha unido a otros nueve vecinos para promover el voto y garantizar que los partidarios de la oposición lleguen a su lugar de votación. Están listos para encontrar transporte para los votantes, brindar apoyo si se encuentran con puestos de control del partido gobernante o repartir agua o alimentos si se forman largas filas.
“Ya sea a través de las redes sociales, llamadas, mensajes de texto (o) personalmente, de cualquier manera que sea más fácil para las personas, lo importante es interactuar con la comunidad y hacer el trabajo”, dijo Colmenares, una madre de tres hijos que se queda en casa, después de una reunión del grupo del vecindario a principios de este mes.
Las elecciones de este mes no se parecen a ninguna otra que haya enfrentado el partido gobernante desde que Chávez fue elegido presidente en diciembre de 1998 y comenzó la transición de Venezuela hacia lo que él describió como el socialismo del siglo XXI.
El Partido Socialista Unido de Venezuela, liderado actualmente por el heredero de Chávez, el presidente Nicolás Maduro, es tan impopular como siempre entre muchos votantes. Los bajos precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión económica del gobierno sumieron al país en una crisis que dura más de 11 años. Los jóvenes han tenido que renunciar a sus sueños universitarios, los niños han pasado hambre y millones han emigrado.
Las sanciones económicas impuestas la década pasada no lograron derrocar a Maduro, como Estados Unidos y otros gobiernos esperaban, pero contribuyeron al declive de Venezuela.
Los políticos de la oposición boicotearon durante años las elecciones que consideraban amañadas, pero esta vez superaron profundas divisiones para unirse detrás de un candidato único. Además, mantuvieron ese puesto en la boleta a pesar de la sostenida represión gubernamental, incluida la prohibición de participar en la contienda a María Corina Machado, la rival más fuerte de Maduro en su intento de obtener un tercer mandato.
Machado, quien ganó abrumadoramente las primarias de la coalición en octubre, ahora respalda al candidato sustituto de la coalición, el ex diplomático Edmundo González Urrutia.
Los encuestadores proyectan que hasta 13 millones de personas emitirán sus votos el 28 de julio.
La oposición estima que más de medio millón de personas se han registrado en su estructura algo flexible de grupos vecinales apodados “comanditos” (o pequeños comandos).
Los miembros del grupo, ya familiarizados con los esfuerzos del partido gobernante para inclinar la balanza en los días de elecciones, esperan que las gasolineras no abran, que los cortes de energía afecten a los bastiones de la oposición, que la policía y los leales a Maduro bloqueen las carreteras y que los militares limiten el acceso a los centros de votación.
Algunos grupos están realizando rifas y vendiendo hallacas tradicionales, parecidas a los tamales, para recaudar fondos para imprimir materiales promocionales para sus barrios y cocinar comidas para los partidarios de la oposición. Otros están almacenando gasolina en sus casas y ofreciendo sus autos o motocicletas para transportar a los votantes.
La coalición ha ordenado a todos que se queden fuera de los centros de votación después de votar para combatir el miedo entre los votantes y sus representantes en los centros de votación, cuyas tareas incluyen obtener una copia de los certificados de recuento impresos por las máquinas de votación electrónica después del cierre de las urnas. Se sabe que los leales al partido gobernante, incluidas las bandas armadas, han intimidado a los representantes de los centros de votación, conocidos como testigos, para que se queden en casa o abandonen sus funciones a mitad de la jornada electoral.
Las reglas electorales permiten a los partidos tener un testigo por cada mesa de votación instalada en los lugares de votación.
“Hemos acordado como comandito que después de votar, vamos a vigilar y ser garantes de los votos el 28 de julio”, dijo el organizador local Fidel Ortega durante una reunión del grupo. “Si Dios quiere, vamos a defender nuestro derecho al voto como venezolanos. El 28 votamos; el 29 celebramos; y de ahí en adelante, ganamos todos”.
Ortega estimó que partidarios de la oposición han formado al menos 40 grupos vecinales en el municipio que incluye a Sabaneta, que se encuentra en una vasta llanura de pastizales tropicales.
El Consejo Nacional Electoral, controlado por el gobierno, decidió instalar alrededor de 36.000 máquinas de votación. Muchos centros de votación están dispersos, lo que dificulta su control por parte de la oposición. Alrededor de un tercio de los votantes registrados en estas elecciones están asignados a centros de votación que cuentan con solo una o dos máquinas de votación.
El partido gobernante ha obtenido tradicionalmente la mayor parte de sus votos en estos centros de votación más pequeños y, para esta elección, el consejo electoral agregó 1.700 centros con una sola máquina. Los informes sobre intentos del partido gobernante de coaccionar y controlar la votación durante elecciones anteriores se han asociado principalmente con estos centros de votación con una y dos máquinas.
Aunque miles de personas se han registrado en sus grupos vecinales, el temor a represalias en caso de que se filtren los datos ha impedido que algunos partidarios de la oposición se unan formalmente a la movilización. Sin embargo, siguen gestionando grupos de amigos, familiares y compañeros de trabajo con los que planean coordinarse el 28 de julio.
“Hay que acompañar a la gente para que pierda el miedo”, dijo el profesor de secundaria Edgar Cuevas, quien trabajará en las mesas electorales el día de las elecciones. “Antes sí nos hacían sombra con sus bandas armadas y sus cosas, pero ahora, si llegan 10 pandilleros, pues nos van a encontrar a 20”.