LA PAZ, Bolivia (AP) — El presidente de Bolivia, Luis Arce, calificó el jueves de “mentiras” las acusaciones de que él estaba detrás de un intento de golpe contra su gobierno, diciendo que el general que aparentemente lo dirigió actuó por su cuenta y prometió que enfrentaría la justicia.
Los comentarios de Arce, los primeros a la prensa desde el aparente golpe fallido del miércoles, se produjeron después de que el general involucrado, Juan José Zúñiga, alegara, sin proporcionar pruebas, que el presidente le había ordenado llevar a cabo el motín como un ardid para aumentar su decaida popularidad.
Eso alimentó las especulaciones sobre lo que realmente sucedió, incluso después de que el gobierno anunciara el arresto de 17 personas, la mayoría de ellos oficiales militares. Los senadores de la oposición y los críticos del gobierno se unieron al coro de escépticos y calificaron el motín de “autogolpe”.
Algunos bolivianos dijeron que creían en las acusaciones de Zúñiga. “Están jugando con la inteligencia del pueblo, porque nadie cree que haya sido un verdadero golpe de Estado”, afirmó el abogado Evaristo Mamani, de 48 años.
Arce y su gobierno han negado rotundamente esas afirmaciones. “No soy un político que vaya a ganar popularidad con la sangre del pueblo”, dijo el jueves.
Mientras tanto, los partidarios de Arce se manifestaron frente al palacio presidencial el jueves, dando un respiro político al asediado líder mientras las autoridades realizaban más arrestos en un golpe fallido que sacudió al país económicamente atribulado.
Entre las 17 personas detenidas se encuentran el jefe del Ejército, general Zúñiga, y el ex vicealmirante de la Armada Juan Arnez Salvador, quienes fueron detenidos la víspera. Todos enfrentan cargos de alzamiento armado y ataques contra la infraestructura gubernamental, y penas de 15 años o más de prisión, dijo el fiscal general del país, César Siles.
El presidente afirmó que en el plan no sólo estaban implicados militares, sino también personas retiradas del ejército y de la sociedad civil, pero no dio más detalles.
La nación sudamericana de 12 millones de habitantes observó conmocionada y desconcertada el miércoles cómo las fuerzas militares parecieron volverse contra Arce, tomando el control de la plaza principal de la capital con vehículos blindados, estrellando repetidamente un pequeño tanque contra el palacio presidencial y lanzando gases lacrimógenos contra los manifestantes.
Eduardo del Castillo, miembro de alto rango del gabinete, dijo que entre los arrestados había un civil, identificado como Aníbal Aguilar Gómez, quien era un “ideólogo” clave del golpe frustrado. Dijo que los presuntos conspiradores comenzaron a conspirar en mayo.
La policía antidisturbios custodiaba las puertas del palacio y Arce, que ha luchado por gestionar la escasez de divisas y combustible en el país, apareció en el balcón presidencial mientras sus seguidores salían a las calles cantando el himno nacional y vitoreando mientras los fuegos artificiales explotaban en lo alto. “Nadie puede quitarnos la democracia”, rugió.
Los bolivianos respondieron coreando: “¡Lucho, no estás solo!”
Los analistas dicen que el estallido de apoyo público a Arce, aunque fugaz, le proporciona un respiro del atolladero económico y la agitación política del país. El presidente está enfrascado en una rivalidad cada vez más profunda con el popular expresidente Evo Morales, su antiguo aliado que ha amenazado con desafiar a Arce en 2025.
“La gestión del presidente ha sido muy mala, no hay dólares, no hay gasolina”, dijo el analista político de La Paz, Paul Coca. “La acción militar de ayer va a ayudar un poco a su imagen, pero no es una solución”.
Poco después de que comenzara la maniobra militar del miércoles, quedó claro que cualquier intento de toma del poder no contaba con un apoyo político significativo. La rebelión transcurrió sin derramamiento de sangre al final de la jornada laboral. En una escena extraordinaria, Arce discutió fuertemente con Zúñiga y sus aliados cara a cara en la plaza fuera del palacio antes de regresar al interior para nombrar un nuevo comandante del ejército.
“Lo que vimos es extremadamente inusual para golpes de estado en América Latina y genera señales de alerta”, dijo Diego von Vacano, experto en política boliviana de la Universidad Texas A&M y ex asesor informal del presidente Arce. “Arce parecía una víctima ayer y un héroe hoy, defendiendo la democracia”.
Hablando en Paraguay el jueves, el subsecretario de Estado de Gestión de Estados Unidos, Rich Verma, condenó a Zúñiga y dijo que “la democracia sigue siendo frágil en nuestro hemisferio”.
El breve motín se produjo tras meses de crecientes tensiones entre Arce y Morales, el primer presidente indígena de Bolivia. Morales ha protagonizado un dramático regreso político desde que protestas masivas y una represión mortal lo llevaron a renunciar y huir en 2019, un derrocamiento respaldado por los militares que sus partidarios denuncian como un golpe de estado.
Morales ha prometido competir contra Arce en 2025, una perspectiva que ha desconcertado a Arce, cuya popularidad se ha desplomado a medida que las reservas de divisas del país disminuyen, sus exportaciones de gas natural se desploman y su paridad monetaria con el dólar estadounidense colapsa.
Los aliados de Morales en el Congreso han hecho que a Arce le resulte casi imposible gobernar. La escasez de efectivo ha aumentado la presión sobre Arce para que elimine los subsidios a los alimentos y al combustible que agotan las finanzas estatales.
El ministro de Defensa, Edmundo Novillo, dijo a los periodistas que el intento de golpe de Zúñiga tuvo sus raíces en una reunión privada el martes en la que Arce lo despidió por las amenazas del jefe del ejército en la televisión nacional de arrestar a Morales si procedía a unirse a la carrera de 2025.
Pero Zúñiga no dio a los funcionarios ninguna indicación de que se estuviera preparando para tomar el poder, dijo Novillo.
“Admitió que había cometido algunos excesos”, dijo sobre Zúñiga. “Nos despedimos de la manera más amigable, con abrazos. Zúñiga dijo que siempre estaría al lado del presidente”.
Los defensores de la democracia ya han expresado dudas de que se pueda confiar en cualquier investigación dirigida por el gobierno.
“La independencia judicial es básicamente nula, la credibilidad del poder judicial está por los suelos”, señaló Juan Pappier, subdirector para las Américas de Human Rights Watch. “No solo no sabemos hoy qué sucedió, sino que probablemente nunca lo sabremos”.
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DeBre informó desde Buenos Aires, Argentina.
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