CIUDAD DE GAZA, Franja de Gaza (AP) — Miles de palestinos desplazados en el norte de Gaza han buscado refugio en lo que alguna vez fue el estadio de fútbol más grande del territorio, donde las familias sobreviven con poca comida o agua mientras intentan mantenerse un paso adelante de la última ofensiva de Israel.
Sus tiendas improvisadas se encuentran bajo la sombra de los asientos del estadio, con ropa tendida a secar en el polvoriento y reseco campo de fútbol. Bajo los bancos cubiertos donde los jugadores solían sentarse a los costados de la cancha, Um Bashar baña a un niño pequeño de pie en una tina de plástico. Le enjabona el pelo, se retuerce y tiembla mientras ella vierte el agua fría sobre su cabeza, y él se agarra a los asientos de plástico para mantener el equilibrio.
Han sido desplazados varias veces, dijo, la más reciente por las renovadas operaciones de Israel contra Hamás en el barrio de Shijaiyah de la ciudad de Gaza.
“Nos despertamos y encontramos tanques frente a la puerta”, cuenta. “No nos llevamos nada, ni un colchón, ni una almohada, ni ropa, ni nada. Ni siquiera comida”.
Huyó con otras 70 personas al estadio deportivo de Yarmouk, a unos 3 kilómetros al noroeste de Shijaiyah, que fue bombardeado intensamente y quedó prácticamente vacío al principio de la guerra. Muchas de las personas que acabaron en el estadio dicen que no tienen nada a lo que regresar.
“Abandonamos nuestras casas”, dijo un hombre, Hazem Abu Thoraya, “y todas nuestras casas fueron bombardeadas e incendiadas, y también lo fueron las de los que nos rodeaban”.
Cientos de miles de personas han permanecido en el norte de Gaza, a pesar de que las tropas israelíes la han rodeado y aislado en gran medida. Sin embargo, los flujos de ayuda allí han mejorado recientemente, y la ONU dijo a principios de esta semana que ahora puede satisfacer las necesidades básicas de la gente en el norte. Israel dice que permite la entrada de ayuda en Gaza y culpa a la ONU de no hacer lo suficiente para trasladarla.
Aun así, los residentes dicen que la privación y la inseguridad están cobrando un precio cada vez mayor.
“No hay ningún lugar seguro. La seguridad está en Dios”, dijo Um Ahmad, una mujer desplazada. “El miedo ahora no sólo se siente entre los niños, sino también entre los adultos… Ni siquiera nos sentimos seguros caminando por la calle”.