La victoria del candidato reformista Masoud Pezeshkian en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Irán supone un cambio respecto al gobierno de Ebrahim Raisi, un clérigo musulmán chiíta conservador y presidente anterior que murió en un accidente de helicóptero en mayo.
Pezeshkian, un cirujano cardíaco de 69 años que se desempeñó como legislador en gobiernos reformistas anteriores y como ministro de Salud, venció al candidato conservador de línea dura Saeed Jalili en la segunda vuelta del viernes, anunció el gobierno el sábado.
A continuación se presentan las conclusiones más importantes de las elecciones.
Una elección austera provocó una mayor participación electoral
La segunda vuelta presentó una disyuntiva política lo suficientemente clara como para galvanizar a los iraníes que habían boicoteado la primera vuelta de las elecciones. La participación en la primera vuelta fue de alrededor del 40%, continuando una tendencia a la baja observada en las últimas elecciones parlamentarias. Frente a candidatos que representaban visiones radicalmente diferentes para el futuro de Irán, muchos votantes que se habían mantenido alejados de las urnas durante la primera vuelta decidieron emitir su voto en la segunda vuelta.
Según los medios estatales, cuando se cerró la votación el viernes, la participación había aumentado casi 10 puntos porcentuales, hasta el 49,8%. El lema de campaña de Pezeshkian, “Salven a Irán”, parece haber resonado entre quienes querían un cambio, aunque fuera gradual en un entorno político y social restringido.
El gobierno de Irán también lideró una campaña pública para alentar a los votantes.
Aunque el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, mantiene el control final de Irán, las elecciones proporcionan una apariencia de legitimidad a la teocracia autoritaria del país.
Un retorno a la agenda reformista
La victoria de Pezeshkian marca el regreso de la agenda reformista relativamente moderada en Irán después de años de estar marginada.
Se opuso a la ley de hijab obligatorio para las mujeres y prometió desmantelar la policía moral de Irán y levantar las restricciones a Internet. Dijo que desea relaciones pacíficas con Occidente.
Pero mientras intentaba persuadir a los iraníes para que votaran por él, Pezeshkian, que sirvió 16 años en el parlamento y cuatro años como ministro de salud, tuvo que lidiar con la desilusión de los votantes que experimentaron pocos cambios bajo los dos presidentes anteriores que habían prometido algunos.
Mohamed Jatamí, un reformista, y Hasán Rohaní, un centrista moderado, obtuvieron victorias aplastantes en sus elecciones, pero en el gobierno estuvieron limitados por el poder supremo de Jamenei.
¿Cambiará algo dentro de Irán?
Pezeshkian ha dicho que quiere tender un puente entre los votantes conservadores y moderados y que podrá establecer la agenda política interna así como influir en la forma de la política exterior.
Pero el país sigue siendo una teocracia dirigida por un clérigo designado, Jamenei, que toma las decisiones finales sobre los asuntos de Estado más importantes.
Sin embargo, los analistas creen que el presidente puede cambiar el tono en el país. Se espera que Pezeshkian aleje a Irán de las políticas de línea dura, como el hijab obligatorio, que provocaron un descontento generalizado, un levantamiento y duras medidas represivas por parte de las autoridades durante la administración de Raisi.
También se espera que Pezeshkian negocie con Estados Unidos para resolver el conflicto sobre el programa nuclear y tratar de levantar las sanciones asociadas.
La candidatura de Pezeshkian contó con el respaldo de un equipo de tecnócratas experimentados, y es probable que su gabinete refleje ese respaldo. Pezeshkian se ha comprometido a trabajar con sus rivales para resolver algunos de los problemas más insolubles de Irán, incluida una economía debilitada por muchos años de duras sanciones internacionales.
En 2018, el expresidente Donald Trump abandonó unilateralmente un acuerdo nuclear entre Irán y Occidente, a pesar de que los inspectores internacionales dijeron que Irán estaba cumpliendo con los términos.
Una de las principales tareas de Pezeshkian será abordar la inflación, que ha elevado drásticamente los precios de las frutas frescas, las verduras y la carne.
Pero para reactivar la economía, Pezeshkian tendrá que esforzarse por alcanzar un acuerdo con Estados Unidos para levantar las sanciones a sus ingresos petroleros y transacciones bancarias. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos, Irán no está aislado internacionalmente y ha forjado estrechos vínculos con Rusia, China y la India. Pero las sanciones sí impiden su crecimiento económico y su comercio.
¿Podría Irán mejorar sus relaciones con Occidente?
Pezeshkian, que considera la política exterior como una cuestión económica, ha dicho que está dispuesto a negociar con las potencias occidentales, en particular con Estados Unidos, para que se levanten las sanciones a Irán. También ha expresado su disposición a reanudar las negociaciones nucleares (que están entrelazadas con las sanciones) y a reducir las tensiones en general.
“Quien ponga fin a sus relaciones con el mundo se verá frenado. ¿Por qué deberíamos luchar con todo el mundo?”, dijo Pezeshkian a los medios iraníes durante la campaña electoral.
Esto contrasta marcadamente con su rival, Jalili, un ex negociador nuclear que se opuso al acuerdo nuclear de 2015 de Irán con las potencias internacionales por hacer demasiadas concesiones. Durante su campaña presidencial, también rechazó cualquier acuerdo con Occidente y, en cambio, buscó construir vínculos más fuertes con Rusia y China.
Bajo el gobierno de Raisi, el presidente anterior, Irán siguió desarrollando su arsenal de misiles y su programa nuclear siguió avanzando, hasta alcanzar la condición de Estado en el umbral nuclear, con un tiempo de arranque de una semana para construir una bomba nuclear simple, según los expertos. El país también se convirtió en un actor cada vez más poderoso, pero impredecible, en la crisis de Oriente Medio.
Irán financia, arma y entrena una red de grupos militares en Oriente Medio, entre ellos Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, Hezbolá en el Líbano y los hutíes en Yemen, así como grupos militantes en Irak y Siria. La red, conocida en la región como el “eje de la resistencia”, ha contribuido a promover los intereses estratégicos de Irán, tanto aumentando su influencia como sirviendo como una defensa avanzada.
Cuando se trata de la animosidad de Irán hacia Israel, se trata de una cuestión de política de Estado establecida al más alto nivel, de la cual es poco probable que el presidente entrante se aparte.