Tras el asesinato del presidente del Buró Político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán el 31 de julio, del que fuentes regionales y occidentales han atribuido casi unánimemente a Israel, la escalada de tensiones entre Irán e Israel ha llevado a los Estados de toda la región a tomar cada vez más precauciones contra el estallido de una guerra a gran escala. Los dirigentes iraníes y de Hezbolá han afirmado que habrá represalias contra objetivos israelíes, mientras que Teherán ha citado el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas que garantiza su derecho a la legítima defensa. Israel había advertido de que cualquier ataque que causara víctimas significativas o una destrucción generalizada le llevaría a tomar represalias lanzando una guerra a gran escala.
Las hostilidades que continúan al otro lado de las fronteras de Israel han provocado que el país haya intercambiado disparos con paramilitares palestinos en Gaza, la milicia libanesa Hezbolá, la Coalición Ansurualá yemení y con el propio Irán en abril. Más recientemente se ha planteado la posibilidad de que se abra otro frente en Siria, ya que mientras las fuerzas del gobierno sirio están preocupadas por enfrentarse a las fuerzas turcas y a los paramilitares patrocinados por Turquía al otro lado de su frontera occidental, los paramilitares no estatales mantienen una presencia considerable al otro lado de la frontera israelí. Los recientes informes de que paramilitares iraquíes, en gran parte entrenados y armados por Irán, han sido redesplegados en territorio sirio, de confirmarse, proporcionarían otra indicación de que Siria surgiría como otra frontera para las hostilidades.
